El fuerte crecimiento de la población se ha visto disparado en la última
década. Si en el año 1800 había 1.000 millones de habitantes, en el año 2000
pasamos a ser 6.000 millones, que se convirtieron en 7.000 a finales del 2011.
Además, se prevé que en los próximos 40 años los mayores de 60 años pasen de 605
que había en el año 2000, a 2.000 millones. Es decir más del triple. Dentro de
cinco años, por primera vez en la historia de la humanidad habrá más personas
mayores de 65 años que niños menores de cinco y se alcanzará una esperanza de
vida sin precedentes. Las alarmas demográficas han saltado y la población se
pregunta si el planeta está preparado para resistirlo.
Julio Pérez, investigador y científico demógrafo del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (Csic) de España, afirma: «El planeta no está
preparado, somos nosotros los que tenemos que prepararlo para las circunstancias
futuras. Y los medios son sobradísimos, nunca ha habido tantos como ahora». Para
la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el siglo XXI, la salud está
determinada por los grandes cambios sociales y uno de los principales es el
envejecimiento de la población.
Julio Pérez aclara: «Una cosa es la vejez y otra el envejecimiento. Es decir,
la gente tiene la salud que tiene cuando llega a los ochenta años por cómo vivió
desde el momento en que tiene 24 horas de vida. El envejecimiento es llegar a la
vejez de forma activa y saludable».
Si la tasa de personas mayores de 65 años se dispara en detrimento de los
niños que nacen, es fácil preguntarse que, en un mundo con un grave problema de
recesión económica, cómo se va a poder mantener a esa población en alza
demográfica. «Que el envejecimiento se mezcle con el paro es bastante subjetivo.
El problema es el paro, que a su vez es un problema de cómo se distribuye la
riqueza. Es una situación muy paradójica. Vivimos en una de las sociedades más
opulentas que ha visto la historia de la humanidad y, sin embargo, estamos
hablando de las dificultades para mantener a las personas mayores», subraya el
científico. Además, explica Pérez, «lo que ha cambiado es la eficiencia con la
que nos reproducimos. Antes, de los niños que se traían al mundo, la mitad había
muerto antes de cumplir 15 años. Por ejemplo en España, en el año 1900, la
esperanza de vida era de 34 años, y uno de cada cinco niños habían muerto antes
de cumplir uno». Para el demógrafo ese es un gran cambio porque «ha cambiado el
papel de la mujer, que se ha liberado de la carga ancestral reproductiva, ha
cambiado los roles de género, los lazos familiares y cómo se relacionan».
Pero el demógrafo advierte: «El envejecimiento demográfico no se ha acabado,
va a acentuarse más porque la proporción de personas mayores va a seguir en
aumento. La OMS alarma sobre este asunto y habla en términos globales, no solo
sobre los países occidentales. También alerta del impacto que va a tener el
envejecimiento en los países menos desarrollados que no tienen los sistemas
básicos que tenemos en los países más ricos».
El nuevo rol de los abuelos
Sin embargo, Julio Pérez argumenta su oposición a las posturas
catastrofistas: «Hay que tener una perspectiva a largo plazo y creo que lo que
hay es una mejora sustancial, donde los mayores juegan un papel muy importante.
Se puede ver el rol que éstos están ejerciendo en países como México, que es uno
de los que más emigración tienen. Pero la mayor parte de las veces son las
madres las que emigran y dejan a los niños en el país de origen, así que son los
abuelos quienes ejercen de cuidadores».
Para Pérez este cambio de la pirámide poblacional va asociado a mejoras
colectivas generalizadas, porque «si hemos podido prosperar como sociedades es
gracias a que la gente no se moría cuando eran niños o jóvenes. Eso es el
envejecimiento de la población del que estamos hablando». «No puedo aceptar que
se califique como un problema el progreso demográfico que hemos experimentado,
que se basa principalmente en que la vida quede asegurada durante todas las
etapas que la componen», enfatiza el científico.
Julio Pérez, con estudios de Filosofía, doctorado en Sociología, trabaja como
demógrafo investigador desde 1992, primero para la Universidad Autónoma de
Barcelona, y desde el 2007 como científico del Csic. La propuesta de este
demógrafo, al igual que el de muchos de sus colegas, es hacer que se vea «la
demografía como un terreno en la evolución de nuestras sociedades en que las
mejoras han sido espectaculares». Según el demógrafo, «venimos de una
reproducción muy ineficiente que ha cambiado por su eficiencia. Tenemos menos
hijos que antes porque viven mucho más», concluye.
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