Una enigmática epidemia de insuficiencia renal crónica azota a los braceros contratados por temporadas en las plantaciones de caña de azúcar en Centroamérica. Sin una conclusión científica contundente sobre su origen, Gobiernos e investigadores del área atribuyen la enfermedad a pesticidas y fungicidas con sustancias tóxicas prohibidas en Europa, Estados Unidos y Canadá, pero de uso generalizado en cañaverales centroamericanos, y a condiciones laborales extremas en los cañales: trabajar expuestos a altas temperaturas, con exceso de esfuerzo físico y deshidratación.
El saldo de viudas y huérfanos por la denominada enfermedad renal crónica (ERC) sigue creciendo en regiones con gran dependencia socioeconómica de las fuentes de trabajo en los cañizales y sus procesos de reconversión para producir etanol. Sin embargo, también se han registrado casos en jornaleros de plantaciones de algodón y en trabajadores que se dedican a actividades mineras y portuarias.
Los datos oficiales han revelado que, con una incidencia cercana a 10 casos por cada 100.000 habitantes, la ERC es la principal causa de muerte de hombres en El Salvador, y en Nicaragua provoca más víctimas mortales en la población masculina que el impacto combinado de VIH-sida y diabetes. La Organización Mundial de la Salud ha asegurado que la enfermedad provocó más de 3.000 muertos de 2005 a 2009, aunque la Asociación Nicaragüense de Afectados por Insuficiencia Renal Crónica aseguró que solo en Nicaragua hubo 2.677 fallecidos en los últimos años. Recientes estudios de la Universidad de Costa Rica (estatal) mostraron que la mortalidad por la enfermedad es actualmente de 25 por cada 100.000 habitantes en dos municipios de la región noroccidental del país.
El fenómeno ataca en especial al litoral del Pacífico de Centroamérica, con una longitud de unos 1.120 kilómetros, por lo que crece la demanda de onerosos tratamientos de diálisis. “Toda la franja costera del Pacífico de Centroamérica está sufriendo una epidemia de ERC que está desgastando a nuestra población, sobre todo agrícola”, señala la ministra de Salud de El Salvador, María Isabel Rodríguez. “La enfermedad responde a una agresión química. Estamos viendo las mismas características desde el sur de México hacia toda Centroamérica, sobre todo la zona agro-costera del Pacífico, pero hay otras regiones que están impactadas”, precisa.
La crisis “golpea los presupuestos nacionales, abarrota los hospitales por la gran demanda de trasplante renal y produce discapacidad y muerte”, detalla Rodríguez. “Los desfavorecidos que viven en zonas rurales y se dedican a la agricultura sufren estas situaciones e inequidades. Es una enfermedad de aquellos lugares donde los agroquímicos verdaderamente tóxicos han sido utilizados y, aunque algunos son prohibidos, se siguen usando”, añade.
Un informe del Ministerio de Salud de El Salvador asegura que la “alta prevalencia” de la ERC se ha registrado en Centroamérica —también en el sur de México— en hombres agricultores menores de 60 años “expuestos a productos agroquímicos”. “Es una gran epidemia con un impacto tremendo en la población”, advirtió a la prensa regional el médico Víctor Penchaszadeh, epidemiólogo clínico de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) y asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Consultado por este diario, el médico Rolando Hernández, secretario ejecutivo de la Comisión de Ministros de Salud de Centroamérica, aclaró que la causa de la epidemia “no solamente es atribuible a pesticidas y fungicidas tóxicos”, ya que influyen otros factores.
“La situación en El Salvador es bien particular: allí es una súper epidemia”, dijo el médico costarricense José Manuel Cerdas, especialista en riñón y miembro de varios grupos formados por la Universidad de Boston, el Gobierno de Suecia, la Sociedad Latinoamericana de Nefrología y la estatal Caja Costarricense del Seguro Social para investigar las causas de la ERC. Según él, “no hay ningún pesticida o fungicida o tóxico ambiental que se pueda relacionar con daño renal crónico”. “Nos falta investigar si el agua tiene algún metal tóxico, como plomo o arsénico, que sí podría dañar al riñón. Si a una persona la ponen a trabajar con un machete varias horas a 40 grados y no se hidrata bien, eso le hace más daño a sus riñones que usar herbicidas. La época en que esos trabajadores usan herbicidas no coincide exactamente con la zafra”.
Tras relatar que en Bagaces y Cañas, municipios del noroccidente de Costa Rica y cercanos al Pacífico, “es desproporcionado el número de pacientes con ERC y es una epidemia”, el nefrólogo recordó que, “por tradición”, “las mayores causas de la enfermedad son diabetes e hipertensión arterial. Pero en estos casos los afectados no son diabéticos o hipertensos y no tienen problemas congénitos de riñones. O sea, hay algo en particular en esa zona”.
Citado por la prensa de la región, Daniel Brooks, de la Universidad de Boston y director de una de las investigaciones sobre la enfermedad, declaró que las evidencias señalan con claridad que “el estrés por calor” puede ser causante de la ERC.
De manera coincidente, Cerdas adujo que cuando se atribuye la enfermedad a los agroquímicos, “se habla genéricamente”. “Habría que identificar cuál agroquímico sería el causante. Esto parece tener más relación con las condiciones en que labora esta gente. Podemos decir que es un problema laboral, pero no necesariamente relacionado con algún herbicida”, añadió.
La ministra Rodríguez replica que no solo se debe a condiciones laborales como altas temperaturas y exagerado esfuerzo físico. “De lo contrario, en otras regiones en donde las temperaturas son incluso mucho más altas, podrían ocurrir enfermedades renales. Pero no es así. Las características de la ERC difieren de las que se presentan en otras zonas en las que también hay problemas de deshidratación. Aquí se añade un elemento: se trata de una acción de un agente químico, además de los otros factores, como dolores musculares por cansancio”. El agroquímico, insiste Rodríguez, es el factor “más evidente”.
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