El salmón transgénico que pretenden comercializar supone una inmensa incertidumbre científica. Existen abundantes datos sobre los efectos en el medio ambiente de la industria acuícola; es frecuente que un determinado número de individuos escape y se cruce con poblaciones naturales, con el riesgo de desplazamiento de estas últimas. La esterilidad nunca es efectiva al 100% en las condiciones comerciales. Con los animales modificados genéticamente (MG), estos riesgos se multiplicarían. La sobreexplotación de los stocks pesqueros, además de ser causa del incremento de la industria acuícola, es también su consecuencia. Muchas de las especies de piscifactoría se alimentan, directa o indirectamente, con proteínas producidas a partir de la destrucción de los bosques del planeta o del expolio de los océanos.
La biotecnología en manos de las grandes empresas es una de las peores armas de destrucción masiva de la soberanía alimentaria. Una de las herramientas más predilectas para su control geoestratégico de la alimentación. Los organismos MG que ya han sido autorizados están causando desastres sociales y económicos, contaminaciones, daños a la salud y desaparición de los modelos de agricultura sostenibles. Por tanto, la solución no es crear monstruos voraces capaces de devastar la biodiversidad, sino cambiar los modelos alimentarios de unas sociedades que consumen un exceso de proteína animal.
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