El Grupo Ecológico Plan V y el Colectivo Socio Ambiental Tierra Nueva me permitieron compartir un espacio de debate y reflexión con jóvenes de la Universidad Católica de Valparaíso, el miércoles 30 de mayo. Excelente experiencia por el interés que tenían en el tema y su disposición a profundizar el debate. Hablábamos de etiquetado y algunos planteaban que incluso desconfiarían con etiquetado, de frentón piensan que es mejor que no se importen alimentos transgénicos. Muestran desconfianza total en la capacidad de fiscalización y la seriedad de lo que puedan hacer al respecto las instituciones del Estado chileno.
Estas dos imágenes muestran parte de la realidad de la región de Valparaíso, que no es tan grave como otras del país en cuanto a cantidad. Hay menos de 150 hectáreas ocupadas por semilleros de transgénicos de exportación (maiz, soya y tomate, en ese orden) de un total de 1.415.592,7 hectáreas de tierras cultivables. Pero lo más preocupante es que tengan semilleros transgénicos de tomate en la misma región del famoso tomate limachino. Por eso preguntaban de qué forma un cultivo transgénico puede contaminar a otro, y qué consecuencias tiene eso.
También conversamos sobre el sistema de Indicación Geográfica que propicia la FAO y acepta el Estado chileno, como una forma de evitar la apropiación por otros del patrimonio genético y cultural de un territorio, en un proceso de apropiación y recuperación que es colectivo. En Chile el único producto inscrito bajo este sistema es el limón de Pica, pero ya hay comunidades del norte trabajando con esta perspectiva para proteger su patrimonio y su cultura.
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