El narcotráfico, sin duda alguna, es una de las peores lacras del mundo, por cuanto el comercio de drogas implica una fuerte corrupción a todo nivel, envenenamiento de la juventud, delincuencia, prostitución, lavado de dinero, que involucra a instituciones financieras, derivando, al final, en guerras entre mafiosos con "ajustes de cuentas", como sucede actualmente en México y en otros países.
Lógicamente que este mal tiene un principio, por cuanto no surge por generación espontánea, y ese principio está identificado plenamente en la producción de la materia prima, ya sea coca, marihuana, opio, etc., de la que se extrae los estupefacientes que circulan en los mercados de todo el planeta.
Todos los países, como el nuestro, han mostrado su plena voluntad de afrontar este problema, con una decidida lucha contra el narcotráfico, pero ese esfuerzo no siempre alcanza las metas deseadas o planificadas, por cuanto la delincuencia alarga sus tentáculos y atrapa a inocentes y a los que no lo son, con el poder del dinero, obstruyendo o anulando el combate desplegado, como sucede cuando son altos funcionarios los que se encuentran involucrados.
Aunque la agencia antidroga del país del Norte haya sido expulsada de Bolivia, esa situación no significa que la misma no continúe con su trabajo de control y fiscalización dentro de nuestro territorio, considerando que han sido años en los que ha construido una red de información que, seguramente, sigue funcionando, aunque el mando ya no tenga las características anteriores.
Es por eso que alarma el último informe de ese organismo cuando asegura que "cárteles de narcos mexicanos, siguen su estrategia de expansión: ya operan en Perú y Bolivia, países clave en la producción de cocaína, donde se han aliado con los grupos locales para traficar droga hacia EEUU e incluso Europa, con lo que fortalecen sus nexos en la zona andina, que hoy produce más de este alcaloide que Colombia".
Asevera que "el país se ha vuelto atractivo para estas organizaciones criminales transnacionales, ya que en el territorio boliviano el cultivo de coca aumentó más de 35% entre 2006 y 2010, hasta alcanzar las 35.000 hectáreas de sembradíos, y la producción potencial de cocaína pura aumentó 70% durante este periodo, de 115 a 195 toneladas métricas".
Además señala que "los capos colombianos y mexicanos han impuesto un método de producción en el país a través de laboratorios en los que se utilizan sustancias químicas en vez de la maceración tradicional que se empleaba. Aunque su presencia también se evidencia por "un marcado aumento en la violencia del narcotráfico" y su poder corruptor de servidores públicos, como René Sanabria Oropeza, detenido en febrero de este año, quien era director de una unidad de inteligencia antinarcóticos de Bolivia".
Creemos que este informe debe ser evaluado con seriedad y responsabilidad, frente a las evidencias del aumento de la producción de coca, la que, por ejemplo, se ha extendido casi a todos los Yungas paceños, llegando a la provincia Larecaja, en la que la actividad de los campesinos se ha inclinado por la producción de esa hoja o por la minería, abandonando la agricultura, la que no les rinde las ganancias de esas actividades.
No podemos cerrar los ojos ante una realidad palpable y tangible, como lo que ocurre en el Chapare cochabambino con la pretendida expansión hacia el corazón del parque nacional Isiboro Sécure y otras reservas naturales, como se lo ha demostrado en el último tiempo, con la polémica por la construcción de la carretera que originó una marcha de los indígenas de esa región.
Quizá en el informe exista algún sesgo político, pero, lo repetimos, existen evidencias de ese aserto, a las que no podemos dar la espalda y concretarnos solamente a denostar, enfrentando con valentía una verdad que la podemos revertir si es que la voluntad política expresada se traduce en la erradicación de la materia prima, en la reposición de las hectáreas aceptadas por la Ley 1008, y en una profunda investigación de las fortunas, algunas de las cuales pueden haberse originado como producto de esa actividad ilícita.
Si en Bolivia ya se introdujeron cárteles de narcotraficantes provenientes del exterior, debemos prever que lo que acontece en México se puede repetir en Bolivia, por cuanto si no existe una lucha decidida contra la fabricación de droga y la erradicación de la coca excedentaria, esos grupos irán creciendo paulatinamente, hasta lograr controles políticos o económicos, además de amedrentar a ciudadanos que se opongan a ese delito.
Lógicamente que este mal tiene un principio, por cuanto no surge por generación espontánea, y ese principio está identificado plenamente en la producción de la materia prima, ya sea coca, marihuana, opio, etc., de la que se extrae los estupefacientes que circulan en los mercados de todo el planeta.
Todos los países, como el nuestro, han mostrado su plena voluntad de afrontar este problema, con una decidida lucha contra el narcotráfico, pero ese esfuerzo no siempre alcanza las metas deseadas o planificadas, por cuanto la delincuencia alarga sus tentáculos y atrapa a inocentes y a los que no lo son, con el poder del dinero, obstruyendo o anulando el combate desplegado, como sucede cuando son altos funcionarios los que se encuentran involucrados.
Aunque la agencia antidroga del país del Norte haya sido expulsada de Bolivia, esa situación no significa que la misma no continúe con su trabajo de control y fiscalización dentro de nuestro territorio, considerando que han sido años en los que ha construido una red de información que, seguramente, sigue funcionando, aunque el mando ya no tenga las características anteriores.
Es por eso que alarma el último informe de ese organismo cuando asegura que "cárteles de narcos mexicanos, siguen su estrategia de expansión: ya operan en Perú y Bolivia, países clave en la producción de cocaína, donde se han aliado con los grupos locales para traficar droga hacia EEUU e incluso Europa, con lo que fortalecen sus nexos en la zona andina, que hoy produce más de este alcaloide que Colombia".
Asevera que "el país se ha vuelto atractivo para estas organizaciones criminales transnacionales, ya que en el territorio boliviano el cultivo de coca aumentó más de 35% entre 2006 y 2010, hasta alcanzar las 35.000 hectáreas de sembradíos, y la producción potencial de cocaína pura aumentó 70% durante este periodo, de 115 a 195 toneladas métricas".
Además señala que "los capos colombianos y mexicanos han impuesto un método de producción en el país a través de laboratorios en los que se utilizan sustancias químicas en vez de la maceración tradicional que se empleaba. Aunque su presencia también se evidencia por "un marcado aumento en la violencia del narcotráfico" y su poder corruptor de servidores públicos, como René Sanabria Oropeza, detenido en febrero de este año, quien era director de una unidad de inteligencia antinarcóticos de Bolivia".
Creemos que este informe debe ser evaluado con seriedad y responsabilidad, frente a las evidencias del aumento de la producción de coca, la que, por ejemplo, se ha extendido casi a todos los Yungas paceños, llegando a la provincia Larecaja, en la que la actividad de los campesinos se ha inclinado por la producción de esa hoja o por la minería, abandonando la agricultura, la que no les rinde las ganancias de esas actividades.
No podemos cerrar los ojos ante una realidad palpable y tangible, como lo que ocurre en el Chapare cochabambino con la pretendida expansión hacia el corazón del parque nacional Isiboro Sécure y otras reservas naturales, como se lo ha demostrado en el último tiempo, con la polémica por la construcción de la carretera que originó una marcha de los indígenas de esa región.
Quizá en el informe exista algún sesgo político, pero, lo repetimos, existen evidencias de ese aserto, a las que no podemos dar la espalda y concretarnos solamente a denostar, enfrentando con valentía una verdad que la podemos revertir si es que la voluntad política expresada se traduce en la erradicación de la materia prima, en la reposición de las hectáreas aceptadas por la Ley 1008, y en una profunda investigación de las fortunas, algunas de las cuales pueden haberse originado como producto de esa actividad ilícita.
Si en Bolivia ya se introdujeron cárteles de narcotraficantes provenientes del exterior, debemos prever que lo que acontece en México se puede repetir en Bolivia, por cuanto si no existe una lucha decidida contra la fabricación de droga y la erradicación de la coca excedentaria, esos grupos irán creciendo paulatinamente, hasta lograr controles políticos o económicos, además de amedrentar a ciudadanos que se opongan a ese delito.