El sábado 12 de febrero, en la Unidad de Cuidados Especiales Neonatales (UCEN) del Hospital “José G. Parres” surgió un brote de la bacteria Citrobacter Freundii, microorganismo habitual en las Infecciones Nosocomiales (IN), la cual se extendió y agravó conforme pasaron los días.
El 22 de ese mismo mes, la situación había afectado cuando menos a cinco de los recién nacidos que se encontraban bajo cuidados médicos, pero infectaría a varios más en el área de Pediatría, la cual había sido aislada después de ordenarse el cierre de la UCEN, donde se había propagado la bacteria, provocando la muerte confirmada de tres neonatos.
Eran las 20:12 horas del 17 de febrero, cuando Áaron Santiago Vanegas Herrera nació. Después, fue internado en el área de Pediatría en estado de buena salud.
Pero al día siguiente, el 18, se le diagnostica Síndrome de Dificultad Respiratoria, Enterocolitis y se le descarta alguna sepsis neonatal temprana sin germen aislado, es decir, no presentaba ninguna infección bacteriana.
Áaron se fue agravando, hasta que, el 20 de febrero, sus familiares deciden trasladarlo al Hospital del Niño Morelense, donde es recibido con un diagnóstico de choque séptico, sepsis neonatal temprana, insuficiencia renal aguda y hemorragia intracraneal grado tres.
Según un oficio de la Secretaría de Salud de Morelos (SSM), firmado por el director del hospital, Adrián Ramírez Alvear, la madre del recién nacido ya presentaba un proceso infeccioso antes de dar a luz, “el cual se complicó con la prematurez de su nacimiento”, por la cual nació con una Sepsis Neonatal Temprana, la misma que se había descartado por los médicos en la primera revisión, como consta en la hoja clínica.
Esta situación provocó que el doctor Ángel Vanegas Herrera elevara su inconformidad y presentara una carta a la misma presidencia de la República, así como a los Servicios de Salud.
Después de recibir la respuesta del director del nosocomio, Ángel Vanegas detalla en otro documento las fallas, omisiones y negligencias.
El médico Vanegas puntualiza lo que, a su entender, fueron errores en el protocolo de los médicos del “Parres”, ya que Adrián Ramírez Alvear, director del hospital, “concluyó sepsis neonatal temprana y descartó relación alguna entre la sepsis sufrida por el RN Vanegas y el brote del 14 de febrero”.
Estas son serias afirmaciones, continúa, “que constituyen diagnósticos, tanto nosológico como epidemiológico, ambos en contra del método científico y del pensamiento deductivo.
Ángel Vanegas señala que: “queda al descubierto una devastadora omisión médica: desde hace décadas, la profilaxis antibiótica administrada antes del nacimiento a la madre y/o inmediatamente al neonato, ha permitido salvar cientos de miles de vidas y evitar complicaciones en neonatos prematuros”.
A pesar de encontrarse en alto riesgo, como lo indica Ramírez Alvear, el recién nacido no recibió “el legendario beneficio de la ampicilina, eritromicina o amoxicilina inmediatamente al nacer, sino hasta 24 horas más tarde”.
El análisis que realiza el doctor Vanegas es devastador, ya que indica que, aparte de la sepsis temprana, Áaron Santiago se vio expuesto a una sepsis tardía, al ser infectado por la misma cepa de Citrobacter Freundii, que provocó el cierre del UCEN, donde nunca estuvo, ya que la bacteria se había propagado en el área de Pediatría, donde sí permaneció.
“Lo que estaban haciendo es que los niños del UCEN los revolvieron con los de Pediatría, y ahí se dio el brote”.
¿Cómo es posible que si la UCEN estaba cerrada desde el día 12, se volviera a presentar otro brote 24 horas más tarde?, se cuestiona Ángel Vanegas, “¿en verdad se tomaron o no las medidas bacteriológicas necesarias, porque, entonces, cómo es que se vuelven a presentar nuevos brotes los días 19 y 23 de febrero?”
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