El desastre del 11 de marzo de 2011 y la catástrofe de Fukushima hundieron a la tecnología nuclear en una nueva crisis existencial, con el fin del átomo para uso civil decretado en varios países de Eu...
El desastre del 11 de marzo de 2011 y la catástrofe de Fukushima hundieron a la tecnología nuclear en una nueva crisis existencial, con el fin del átomo para uso civil decretado en varios países de Europa y una reducción de su uso en Japón.
Cuando el mortífero tsunami se abatió en la costa este japonesa luego de un sismo extremo el 11 de marzo, los reactores 1 a 4, los más dañados de los seis que tiene la central de Fukushima, terminan con sus generadores de auxilio sumergidos por la ola de 14 metros.
Ya nada enfriaba el combustible que entró en fusión. Las explosiones de hidrógeno destrozaron los edificios superiores y proyectaron enormes cantidades de materia radiactiva en el medio ambiente.
El accidente obligó a decenas de miles de personas a abandonar su domicilio situado a menos de 20 km de la central, y empujó a un total de 150.000 residentes de la prefectura de Fukushima a mudarse, incluso aunque no se registró ningún muerto por la catástrofe.
A 25 años de Chernobyl, el mundo descubrió una nueva "tierra de nadie" con su angustiante e invisible radiactividad. El ultramoderno Japón vio tambalear sus certezas, con en el fondo un perfume de opacidad de las autoridades.
Tras rociar los reactores noche y día con agua de mar y luego con agua dulce, los obreros y técnicos -que se expusieron a importantes dosis de radiactividad- lograron detener el proceso infernal y, luego de varios meses, estabilizan la temperatura del combustible.
Pero la onda expansiva fue mundial. A finales de mayo Alemania anunció que detendría sus 17 reactores para 2022. Suiza dibujó su "salida" del átomo para 2034. En junio, Italia confirmó en un referendo el abandono del átomo, efectivo desde 1990. Y Bélgica se preparó para seguir el mismo camino.
En Francia, en donde el átomo genera el 75% de la electricidad que consume, el consenso sellado en los años 60 se erosionó y la energía nuclear se inscribió como un tema de la campaña electoral de 2012.
Para restablecer la confianza, las autoridades de seguridad nuclear a través del mundo lanzaron simulacros de emergencia y atrasaron numerosos proyectos. Con la opinión pública traumatizada, Japón suspendió sus reactores para inspección: sólo quedan 9 activos de 54 que tiene el archipiélago y podría dejar de generar electricidad de origen nuclear a mediados de 2012.
Las decisiones sobre estos ensayos deben publicarse durante 2012 pero algo queda claro: para hacer frente a lo impensable la seguridad deberá verse reforzada y la energía nuclear será más cara y por lo tanto menos competitiva.
¿Qué impacto tendrá para el sector? Luego des este tercer accidente mayor -Three Mile Island en 1979, Chernobyl en 1986 y Fukushima en 2011- los estadounidenses y japoneses GE-Hitachi y Toshiba-Westinghouse, el ruso Rosatom y el francés Areva están en medio de la neblina.
Antes del 11 de marzo se les prometía "el reconocimiento" de la energía nuclear, como una alternativa para reducir las emisiones de CO2 y salvar al clima y frente al encarecimiento de la energía fósil.
Se excluye un derrumbe total del sector, pero el escenario avanzado con más frecuencia es el de un crecimiento modesto. Una hipótesis pesimista de la Agencia Internacional de Energía (AIE) evalúa una contracción de 15% del parque instalado, la anulación de la mitad de los proyectos y ninguna obra nueva en los países desarrollados.
Una certeza: Asia, en donde están situados tres cuartos de los 62 reactores en construcción (con 441 reactores activos antes de Fukushima), impulsará al sector. China e India, gigantes voraces en carbón, no pueden diversificar su electricidad. Algunos países europeos mantienen sin embargo su política, como Gran Bretaña, Finlandia, Suecia o Polonia.
Otro dilema: ¿sin energía nuclear cómo se puede lograr la transición energética sin regresar a la térmica? Incluso si su costo baja, la eólica y la solar subvencionadas sufren por la austeridad. Otra fuente de energía puede ver que se avecina su edad de oro: el gas.
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