En cuanto al sexo, la prevalencia del trastorno depresivo mayor es similar entre niños y niñas, algo que cambia a partir de la adolescencia. En ese momento, la proporción de casos de chicas con depresión es 2.1 superior que el de los varones de la misma edad, explicó Arango en el IX Seminario Lundbeck “Sumidos en la tristeza a cualquier edad”, que se celebró este viernes en Ibiza.
La explicación de que se den más casos de depresión entre las chicas que entre los varones adolescentes es “posiblemente por la diferente forma de afrontar el estrés o los cambios hormonales que se producen durante la pubertad.
El momento crítico en el que aparece la diferencia entre sexos es entre los 15 y los 18 años”, agregó el psiquiatra. Este especialista afirmó que “un 50% de los niños con depresión mayor y síntomas psicóticos acaban teniendo un trastorno bipolar en la edad adulta”.
El mayor riesgo asociado a la depresión entre adolescentes, al igual que en adultos y ancianos, es el suicidio. Según las estimaciones de la OMS, el suicidio es la cuarta causa de fallecimiento en el tramo de edad de los 15 a los 44 años. Además, se trata de la segunda causa de muerte en la adolescencia, por detrás de los accidentes.
Las “señales de alarma” de que un niño o un adolescente estén sufriendo una depresión no siempre son detectadas a tiempo, por lo que se da un “infradiagnóstico”.
Diagnóstico
Más del 70% de los niños y adolescentes con trastornos depresivos no han sido diagnosticados correctamente ni reciben el tratamiento adecuado. De hecho, el infratratamiento es uno de los mayores problemas en los niños menores de siete años, debido en parte a la limitada capacidad para comunicar emociones y pensamientos negativos con el lenguaje.
“La atención temprana es la asignatura pendiente en los casos de depresión infantil y juvenil”, precisó el psiquiatra. “La voz de alarma la da siempre el menor que padece la depresión, aunque muchas veces no es bien interpretada y los síntomas de irritabilidad, bajón en el rendimiento académico, apatía por salir con los amigos o trastornos de conducta no son filiados como un síndrome depresivo, cuando en ocasiones sí lo son”, manifestó el doctor Arango.
Así, desde que los primeros síntomas se manifiestan hasta que el niño y/o adolescente acude a consulta pueden transcurrir meses, años o, en el peor de los casos, no consultar nunca o hacerlo ya en la edad adulta, cuando se diagnostica un trastorno depresivo en la infancia o adolescencia de forma retrospectiva.
“Tan sólo el 10% de los trastornos mentales en varones jóvenes y el 20% en mujeres recibe tratamiento adecuado”, matizó Celso Arango. El mayor factor de riesgo individual de padecer depresión en la niñez y en la adolescencia son los antecedentes familiares de casos de depresión. “Una madre deprimida es una causa que hay que tener muy en cuenta”, alertó Arango, quien además subrayó que las situaciones traumáticas en la infancia, como el abuso, la negligencia o los malos tratos, juegan un papel fundamental en el desarrollo de posteriores depresiones.
“El entorno es el agua que debe regar la semilla para que crezca la depresión”, apostilló Arango. Respecto al tratamiento, el especialista apostó por que éste sea integral y abarque todas las intervenciones psicoterapeéuticas, farmacológicas y psicosociales que mejoren el bienestar y la capacidad funcional del paciente.
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