La ingestión frecuente y excesiva de grasas saturadas es
tal vez el peor hábito que podemos adoptar en nuestro sistema alimenticio, pues
esos lípidos que dicho sea de paso, no se disuelven con la temperatura normal
del organismo, con el tiempo se van acumulando en el sistema digestivo. Al no
existir un consumo abundante de fibra natural que permita barrer esos
excedentes, gradualmente ellos van cambiando sus estructura molecular hasta
convertirse en ácidos grasos, es decir, una grasa muy delgada que logra permear
las arterias hasta depositarse en su interior en la forma de triglicéridos. Es
así como se va formando una capa al interior de los conductos arteriales que
paulatinamente va disminuyendo su diámetro, con lo cual se acelera la velocidad
de paso de la sangre, bien conocida como hipertensión arterial.
Por razones obvias esta sedimentación de grasas
atenta contra la elasticidad de las arterias, creando con ello un doble
efecto... si por un lado la reducción de esos
conductos arteriales induce a una mayor velocidad en el tránsito de la sangre,
por otro lado compromete la elasticidad de la venas y con ello la motilidad que
impulsa el torrente sanguíneo, hecho que resulta bastante paradójico y que bien
podría asemejarse al conductor que en su vehículo aplica simultáneamente el
freno y el acelerador.
Pero el problema va más allá, toda vez que esa
acumulación de grasa en el líquido vital inhibe la principal función de la
sangre, cual es la de llevar oxígeno y nutrientes a todas las células del cuerpo
y recoger de paso en ellas las toxinas para conducirlas a los órganos encargados
de su eliminación... sin el oxígeno depurativo y sin un buen suministro de
nutrientes, ya podemos imaginar la decrepitud y la pérdida de vitalidad que esto
ocasiona en todos nuestros tejidos. Ni qué decir cuando la sangre pierde su
capacidad para evacuar los radicales libres presentes en las células. A más de
eso, la concentración de triglicéridos en la sangre sin duda altera su
viscosidad, con lo cual ella tiende a formar grumos o trombos que fícilmente
pueden resultar atascados en una arteria que ha sido menguada en su diámetro
interior...es ahí cuando realizan su nefasta presencia el infarto y la
trombosis.
Por fortuna la naturaleza ha provisto en su majestuosa
sabiduría una serie de frutas que ejercen una generosa acción depurativa en el
torrente sanguíneo... si bien las uvas y los arándanos pertenecen a esta noble
estirpe terapéutica, todo parece indicar que es la mora quien ostenta el podio
en esta tarea depurativa, pues no solamente limpia los triglicéridos que
circulan en la sangre, sino que ayuda a disolver los residuos y adiposidades que
se encuentran adheridas a la pared interior de las arterias. Quien esto escribe
ha sido ferviente usuario de esta maravillosa fruta y además lo ha hecho
siguiendo las pautas de un connotado naturista colombiano, ya fallecido por
causa de su avanzada edad... el maestro Israel Rojas. En su libro "Cúrese
comiendo y bebiendo" nos ha dejado un saludable e inocuo tratamiento con base en
la ingestión de jugo de mora durante 9 semanas. Cabe anotar que el jugo debe ser
bien teñido o concentrado y en caso de quererlo endulzar, deberá hacerse
solamente con estevia o miel de abejas, pues el azúcar refinado acaba con todas
las enzimas de la fruta. Mucho conviene realizarse un examen de sangre con
énfasis en el colesterol y los triglicéridos, antes de comenzar el tratamiento y
otro al terminarlo, para poder observar con exactitud el efecto depurativo. Una
vez terminado el tratamiento o si se quiere, un poco antes de terminarlo, mucho
conviene comenzar a tomar una o dos cucharaditas diarias de polen de abeja con
el fin de estimular la producción de nuevos glóbulos rojos, pues este otro bello
legado de la naturaleza nos dice que por cada gramo de polen ingerido, nuestro
organismo genera cerca de 80.000 glóbulos rojos por milímetro cúbico de
sangre... tremenda máquina de vitalidad... el tratamiento de la mora es como
sigue:
Primera semana= un vaso diario
Segunda semana= dos vasos
diarios
Tercera semana= tres vasos diarios
Cuarta semana= cuatro vasos
diarios
Quinta semana= cinco vasos diarios
Luego comienza a
descender
Sexta semana= cuatro vasos diarios
Séptima semana= tres vasos diarios
Octava semana= dos vasos
diarios
Novena semana= Un vaso diario
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