Marcelo Desimone es investigador del Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba. Regresó a Argentina luego de trabajar 19 años en Alemania. Estudia la fisiología de la soja y hace ciencia básica que quizá sirva para desarrollar nuevas semillas transgénicas.
Mañana en la edición papel del diario, su opinión sobre el glifosato, el futuro de la biotecnología, la resistencia europea a los transgénicos y la historia de su laboratorio. Aquí un adelanto exclusivo de la entrevista.
–¿Qué opina del patentamiento de las semillas transgénicas?
–No estoy en contra de las patentes como forma de asegurar el conocimiento. Pero siempre han servido de instrumento de dominación de un país sobre otro. Pensemos en el maíz que es producto de la domesticación durante generaciones en América latina. Sobre ese maíz se realiza el maíz transgénico que se patenta. ¿Pero qué sucede con lo que invirtió una civilización para producir ese maíz base? ¿Habría que pagarle a esa sociedad esa mejora genética base?
–¿Pero sin la inversión de las empresas se lograrían esos avances?
–¿Qué ocurre con la ciencia básica que hacen los investigadores desde el Estado? Eso luego se traslada a la tecnología. Las empresas no podrían hacer una semilla transgénica si no se conociera su genética y fisiología vegetal. ¿Los Estados no tienen derecho a hacer valer ese dinero que invierten para hacer ciencia básica y lograr un saber que es público pero que luego se privatiza con las patentes sin que la sociedad obtenga un beneficio?
–¿Y los problemas ambientales que implica la soja transgénica como es el caso de la destrucción de los bosques nativos?
–Hoy es la soja transgénica la que destruye el bosque, pero podría ser otra cosa. No tiene que ver con la soja transgénica. Hoy el negocio es ése y no existe la decisión de quien sea para detenerlo. Pero además del avance de la frontera agropecuaria, hay otro problema ambiental que es la contaminación genética. Es muy importante en México o Perú, donde el maíz transgénico está prohibido. Introducirlo llevaría a que ese transgen pase al ambiente y de allí a las cientos de especies de maíces se contaminen. No se sabe qué pasará si eso sucede. Está en riesgo la diversidad genética. Para ello se puede hacer dos cosas. Primero, decirle no a los transgénicos. Segundo, crear un transgénico que no contamine. Ya se puede producir una semilla transgénica que sea estéril.
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