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lunes, 4 de junio de 2012

El holocausto del mar Fukushima

El atún rojo o de aleta azul se contaminó de la radiactividad que se filtró en la planta nuclear de Fukushima en Japón, cruzó el vasto Océano Pacífico y está llegando a las costas de Estados Unidos.
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Atún rojo o de aleta azul (Thunnus thynnus) pescados en California
El atún rojo o de aleta azul (Thunnus thynnus), uno de los más grandes y veloces, puede alcanzar los 3 metros y pesar más de 450 kilos. Desovan en el Japón y cruzan el Océano Pacífico Norte para llegar a las costas de California y la punta de la península de Baja California, México.

La investigación


Un equipo de científicos pertenecientes a la Universidad de Stanford, presentaron  un estudio internacional publicado en la revista Proceedings de la Academia de las Ciencias de Estados Unidos (PNAS), sobre contaminantes radioactivos de Cesio 134 y 137 en la superficie y aguas subsuperficiales, así como en el zooplancton y diferentes especies de peces, procedente de las centrales nucleares de Fukushima Dai-ichi, Japón.

Es la primera vez que se sabe que este enorme pez migratorio transporta radiactividad a esa distancia: 9 mil 656 kilómetros.

El área de estudio en el Océano Pacífico Norte abarcó una superficie de 150,000 km2.

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Especies migratorias / imagen Madigan

La contaminación se produjo debido a que las aguas utilizadas para enfriar los reactores, posteriormente se escaparon de los edificios y se derramaron directamente en la costa, produciendo su contaminación, alcanzando su punto máximo a principios de abril de 2011 en más de 50 millones de veces de los niveles que preexiste en el océano de Cs137.

Los autores del trabajo, pertenecientes a la Universidad de Stanford y a la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad Stony Brook (EEUU), analizaron 15 atunes pescados en agosto de 2011 ante la costa de California y compararon sus niveles de isótopos radiactivos con otros ejemplares capturados tres años antes. 

El resultado, según relatan los investigadores en el artículo, refleja de "manera inequívoca" que los atunes rojos están transportando partículas radiactivas-cesio 134 y cesio 137- que eran más altas que en capturas anteriores, superando en un 3% los niveles naturales, procedentes de Fukushima de un extremo a otro del océano Pacífico, dijo Ken Buesseler, de la Institución Oceanográfica Woods Hole, quien no participó en la investigación.

Los investigadores explicaron que los atunes pueden metabolizar y expulsar sustancias radiactivas, a medida que crecen y nadan de un lugar a otro, pero no pueden expulsarlas por completo y aclararon que “El cesio-134 detectado tiene una vida media de dos años”.

Para descartar la posibilidad de que la radiación fuera arrastrada por las corrientes oceánicas o depositada en el mar a través de la atmósfera, el equipo también analizó el atún aleta amarilla que se encuentra en el Pacífico oriental y el aleta azul que migró a las aguas frente al sur de California antes de la crisis nuclear, no  registrándose trazas de cesio134, por eso, "El estudio de este año contará con una muestra más amplia de peces, edades y tamaños" dijo el ecologista marino de la Universidad de Stanford, Dan Madigan.

Alimento


Según el equipo de investigadores de Stanford, liderado por Daniel Madigan, los valores medidos en los atunes están por debajo del límite de 100 becquereles por kilogramo de pescado establecido por el gobierno japonés. (Becquerel o bequerelio es una unidad de medida de actividad radiactiva del Sistema Internacional, de símbolo Bq, que equivale a la actividad de una fuente radiactiva en la que se produce una transformación o una desintegración nuclear por segundo).

El científico Marc-Oliver Aust, del Instituto de Ecología Pesquera de Hamburgo, afirmó que la carga de cesio medida en Estados Unidos no constituye un peligro para el ser humano.

El gobierno de Japón señaló que necesita más información antes de someter a debate el posible control internacional de productos radioactivos de pescado, tras el hallazgo de atún contaminado en la costa sur de California.

El Secretario jefe del Gabinete del gobierno nipón, Osamu Fujimura, declaró que el gobierno conducirá su propia supervisión mientras recaba información.

El señaló:"todavía no hemos revisado toda la investigación de este atún migrante encontrado en la costa sur de California. Al parecer tendremos que tratar el tema de la supervisión internacional de los suministros de productos de pescado pero necesitamos reunir más información antes de determinar cómo manejaremos el asunto".

Conclusión

Los científicos especulan que, “Otras especies migratorias como tortugas, tiburones y aves marinas también podrían haber asimilado iones radioactivos y transportarlos en sus tejidos a otras zonas del Pacífico Norte y Sur”. Aunque el contenido de iones depende de factores como la estrategia de alimentación y el momento de migración, los autores creen que deberían ser objeto de estudio.

http://www.iberonat.com

domingo, 3 de junio de 2012

EL HOLOCAUSTO NUCLEAR


El 26 de abril de 1986 era un precioso día de primavera. Como teníamos por delante varios días festivos, por la celebración del Día del Trabajo, las calles estaban llenas de gente, disfrutando del descanso y del buen tiempo, con ropa ligera y manga corta. Nos extrañó ver en los actos oficiales a las autoridades y jefes del Partido cubiertos con abrigos y sombreros. Al día siguiente la prensa informó que la central nuclear de Chernobil había sufrido una pequeña avería que estaba bajo control. Tuvieron que pasar muchos años para que conociéramos que esos días habíamos estado expuestos a una radiación diez mil veces más alta de la habitual". Con esas palabras describía Sinila Sofía el comienzo del accidente nuclear más grave de toda la historia, en la charla que impartió recientemente en la Diputación Provincial de Córdoba. Ella es cirujana profesora de medicina en la Universidad de Minsk y actuó como liquidadora de la central nuclear de Chernobil, una tragedia sobre la que aún desconocemos muchos detalles pero que ha causado más de 300.000 muertos y ha afectado por radiación a más de siete millones de personas en distintos países europeos. Hace poco más de un año, el accidente en la central de Fukushima en Japón volvió a poner de actualidad los enormes riesgos de la energía nuclear, aunque durante estas décadas no han dejado de sucederse los accidentes y averías con consecuencias menos desastrosas aunque no siempre conocidas. Porque, si hay una constante en todos los países en relación con la producción energética nuclear, es precisamente la opacidad en la información, la ocultación y la mentira. Eso explica que el Gobierno español haya justificado la prórroga de la central de Garoña como una medida de aprovechamiento de las fuentes energéticas propias en momentos económicos de austeridad, en lugar de reconocer que nuestro país tiene una sobrecapacidad eléctrica que obliga frecuentemente a interrumpir la actividad de las plantas aerogeneradoras de energía; que obvien el liderazgo español en producción eléctrica de fuentes limpias para seguir importando del exterior el uranio y la tecnología de las centrales nucleares. El ministro Soria ha querido convencernos de que, gracias a la energía nuclear, no será necesario subir más la factura de la luz cuando, en realidad, se trata de asegurar a las dos empresas propietarias (Iberdrola y Endesa) que puedan seguir vendiendo el kilovatio de electricidad casi ocho veces más caro que lo que les cuesta producirlo, porque la instalación está ya ampliamente amortizada.
La central burgalesa de Garoña tiene un diseño similar a la de Fukushima y es la más antigua de España. Tendría que haberse cerrado ya a los 40 años, pero la tibieza condescendiente del anterior gobierno socialista y el decidido apoyo del PP a los intereses de las grandes compañías eléctricas frente a las energías renovables, la mantendrán en funcionamiento hasta el 2019. Países de nuestro entorno como Alemania, Italia, Bélgica y Suiza han emprendido la dirección contraria y, desde el accidente japonés, han paralizado sus planes nucleares. El Reino Unido tiene dificultades para conseguir empresas privadas que quieran construir nuevos reactores y el nuevo gobierno francés someterá a seria revisión la política nuclear. En cambio, en nuestro país mantenemos en funcionamiento los 8 reactores nucleares sin un plan definitivo para proceder a su cierre.
Estudios técnicos solventes demuestran que España podría llevar a cabo una clausura escalonada de las centrales nucleares desde ahora hasta el año 2020 y abastecernos a partir de entonces con otras fuentes de energía más seguras y limpias, reforzando al tiempo los planes de eficiencia y generando un buen número de puestos de trabajo. Podríamos prescindir absolutamente de la energía nuclear pero el control de la generación y distribución eléctrica está en manos de grandes corporaciones que actúan con criterios exclusivos de rentabilidad económica por encima de cualquier consideración ambiental y social.
La experiencia ya nos ha demostrado suficientemente que no es improbable la posibilidad de un accidente que afecte a muchos millones de personas. Pero, incluso sin que ello ocurra, todo el ciclo de la energía nuclear está produciendo contaminación radiactiva peligrosa. Tanto en la extracción y procesamiento del uranio como en las emisiones al agua y al aire de las centrales nucleares y en los residuos que genera su actividad, se emiten radiaciones dañinas para la salud humana y del resto de seres vivos.
Japón era, tras Francia y Estados Unidos, el tercer país más nuclearizado del mundo. Después del accidente de Fukushima, han ido cerrando sus 54 reactores nucleares y, pasado un año, el país sigue funcionando sin energía nuclear. Hace tan solo unos días, Naoto Kan, que era el primer ministro japonés cuando se produjo la catástrofe de Fukushima, ha declarado públicamente que, con la información que ahora conoce, es firme partidario de cerrar las centrales nucleares y ha reconocido su gran equivocación en las ideas y confianza en la energía nuclear. Por el contrario, el Gobierno español carece de sensibilidad, valentía y voluntad política para liberarnos del peligro de una tecnología sucia, cara y nociva como la nuclear. O la presión ciudadana les fuerza a ello o corremos el riesgo de que, cuando tomen la decisión, ya sea demasiado tarde.

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